Por Javier Alés

Nadie mejor que un abogado sabe que “la educación en derechos humanos es fundamental para abordar las causas profundas de las violaciones de derechos. Sirve para empoderar a las personas –y especialmente a las víctimas de abusos– para que exijan pleno respeto a los derechos humanos”.

En nuestro día a día nos encontramos con expedientes, con demandas, reclamaciones y al final de todo con personas, que en más de una ocasión están violando (la palabra es dura intencionadamente, porque nos referimos a que no están respetando sus derechos y la legalidad) sus derechos y nos vemos forzados a acudir a los Tribunales. Dejando hoy mi pasión por los métodos alternativos a la resolución de litigios y en concreto la mediación como método ideal, cuando las partes enfrentadas vayan a continuar su relación, me atrevo a sugerir nuestro importante papel, no solo en representar y defender a las partes en los litigios, sino nuestra labor de “educadores” en el respeto a los derechos humanos y en particular a los derechos de los demás.

¿Qué es la educación en derechos humanos?

La educación en derechos humanos es un proceso que cualquier persona puede emprender, a cualquier edad y en cualquier lugar, en cualquier situación y ante cualquier conflicto, para de esta forma aprender sobre sus derechos humanos, y por ende el de otras personas y la manera de reclamarlos. Sirve también como nos dice Amnistía Internacional “a las personas para desarrollar las habilidades y actitudes necesarias para promover la igualdad, la dignidad y el respeto en sus comunidades y sociedades y en todo el mundo”.

El abogado tiene que trabajar con su cliente, en su entorno social, en su empresa, en su barrio, en su vecindad, en su familia también en colaboración con las Universidades y Escuelas, ahora que los masteres de abogacía son obligatorios y en entornos profesionales para sensibilizarles sobre sus derechos humanos, ampliar el conocimientos de estos derechos y potenciar los valores y las habilidades y actitudes que necesitan para aplicar y promover los mismos en su entorno y porque no, con su “contrario”, para conseguir un respeto mutuo.

El abogado debe reflexionar con su cliente sobre los asuntos, con un pensamiento crítico, de respeto a los valores, de solicitar, respetando aunque “no compartas” las teorías de contrario Reflexionar sobre valores y actitudes sirve para controlar el respeto a los derechos y lograr modificar conductas que con ellas busquen la verdadera justicia ante la injusticia. 

 “El empoderamiento personal y colectivo es clave para acabar con los círculos viciosos de dependencia que se crean cuando no se garantizan necesidades básicas (como alimentación, agua y saneamiento, vivienda adecuada o salud) y esa exclusión no se trata como violación de derechos humanos.” Esto es lo que los políticos han venido en llamar el “Estado de bienestar” que no busca otra cosa que educando en derechos, las mejores relaciones de convivencia y las mejores calidades de vida.

Toda persona tiene derecho a disponer de información clara y suficiente sobre los derechos humanos y las libertades fundamentales, toda persona tiene derecho a conocerlos, reclamarlos y disfrutarlos en cualquier momento de su vida. Y tampoco hay límites para la enseñanza y el aprendizaje de los derechos humanos y los abogados somos vehículo para ello.

Decia una activista paquistaní, jurista,

ME VEO COMO EDUCADORA (…) SOY EL PRESENTE TRATANDO DE HACER UN CAMBIO PARA EL FUTURO. AUNQUE NO PUEDA DISFRUTAR DE ESE CAMBIO, SÉ QUE LAS GENERACIONES FUTURAS LO HARÁN.