Por Javier Alés
Cada día más la mediación busca ramificaciones donde lograr los frutos deseados, la mayor pacificación de la sociedad, ya que las fórmulas de “solución penal” no proporcionan los resultados esperados, sobre todo en el ámbito de la reinserción y resocialización. Podemos decir que hay más delitos, más delincuentes de diversos tipos y que la cifra de la criminalidad según donde se trate, aumenta casi lo mismo que disminuye la confianza en nuestro sistema penal. Hoy en día en Cirineo es uno de nuestros alicientes para seguir trabajando en post de conseguir que la víctima y el agresor se encuentren con independencia de la sanción penal, ya que la víctima siempre era la má olvidada y puede ser “restaurativa” nuestra intervención.
El derecho penal tal como lo conocemos intenta resolver los conflictos mediante la imposición de penas, y con ello conseguir un mejor orden social, mientras que, el “matrimonio” compuesto por la criminología y la mediación intenta además de solucionar el conflicto, quizás lo más importante, prevenir nuevas actitudes futuras generadoras de conflictos y el entendimiento por parte de la víctima de lo sucedido aunque no lo comparta.
Así podemos decir que si los mediadores pueden intervenir activamente en la gestión de conflictos penales, puede surgir un “nuevo punto de vista” que genere una mayor comprensión e imagen tanto de la justicia, como de la sociedad y el delincuente desde el prima de la víctima que participa como uno más del proceso. Proceso de Mediación Penal que conlleve de forma adecuada uno de los aspectos más importantes de futuro, la llamada “justicia restaurativa”, donde los sujetos activos y pasivos de los delitos, celebran encuentros “reparatorios” que buscan el entendimiento y lo más importante, la prevención del futuro.
El profesor Moreno Cruz, en su manual “El nuevo proceso penal mexicano” define al acuerdo reparatorio como “el convenio al que llegan la víctima y el ofendido con el propósito de dar por terminado el procedimiento penal”, por lo cual hablamos de son una salida alternativa del procedimiento penal, el encuentro junto al mediador se produce entre el imputado o como bien llamamos hoy el investigado y la víctima, y además sirve para establecer las bases sobre las cuales se va a gestionar el conflicto. No debemos de olvidar que si se consigue el acercamiento y entendimiento entre ambas partes, la sociedad se beneficia y podemos cerrar un capítulo más de los procesos penales.
Si entendemos que la criminología, se encarga del estudio de las “complejas conductas antisociales” generados por el individuo y la reacción social que suscita. Al conocer las causas de la conducta antisocial, tratará de prevenirlas, y si ya se lleva a cabo la conducta antisocial, dará tratamiento para su rehabilitación. García-Pablos, también resalta “la interdisciplinariedad de la criminología, al expresar que la criminología es una, ciencia empírica e interdisciplinaria que tiene por objeto el crimen, el delincuente, la víctima y el control social del comportamiento delictivo; y que aporta una información válida, contrastada y fiable sobre la génesis, dinámica y variables del crimen —contemplado éste como fenómeno individual y como problema social, comunitario—; así como sobre su prevención eficaz, las formas y estrategias de reacción al mismo y las técnicas de intervención positiva en el infractor” . No menos importante entonces será hablar del criminólogo, como “actor” en este proceso de mediación penal, dado que por su formación debe conseguir que su intervención, práctica, esté enfocada tanto a buscar la solución de un conflicto, como a la prevención de la conducta antisocial del delincuente, contando para ello con la víctima; por su conocimiento y formación un graduado en criminología puede ser agente de cambio, gestor de conflictos, mediador de partes, interventor en la justicia restaurativa, facilitador de la palabra y el entendimiento.
Conseguir “nuevas miradas” entorno al delito y al delincuente es objeto de mediación, un método para la gestión del conflicto donde las partes de forma totalmente voluntaria, desean encontrarse en un espacio neutral donde se facilite el entendimiento y la búsqueda de “acuerdos” por ellos mismos, en la medida de lo posible, que palie de alguna forma lo sucedido. Por ello creo que es un gran reto poder ampliar los puntos de ira del criminólogo, hasta el punto de incluir en su formación universitaria la asignatura de mediación penal, algo que la Universidad Loyola Andalucía vio fundamental desde su creación de los planes de estudios y que muestra una nueva salida profesional a sus alumnos.
Un nuevo reto, una nueva ilusión en el campo de la criminología y la mediación, para paliar quizás: la lentitud de la justicia penal, el resentimiento social contra el delincuente, la desconfianza misma en el proceso penal si sirve para su verdadera función, y la participación de la víctima que tan olvidada estaba y que restaura sus heridas.